Martín Díaz / La Nube
Si la política fuera un concurso de imitadores, Carlos Peña ya tendría el premio al “doble” del año. Primero, tomó prestado (por no decir robado) el eslogan “Nuevo León Imparable”, demostrando su inigualable talento para la creatividad… ajena. Y ahora, decide replicar la táctica del Gobernador de Nuevo León: convertir el matrimonio en un espectáculo político.
Siguiendo la receta que Samuel García ha explotado con éxito, el Alcalde de Reynosa ahora se dispone a contraer nupcias con una joven bella y fotogénica, como si con ello pudiera oxigenar su ya desgastada imagen. Parece que en la política moderna, la estrategia no es resolver problemas, sino casarse bien y hacer de ello una campaña de relaciones públicas.
Este intento de lavado de imagen es tan obvio que hasta un niño lo notaría. Pero, claro, en la política mexicana, cuando la legalidad ya no es un obstáculo, solo queda el espectáculo. Tanto Peña como su inspiración regiomontana han demostrado que, en un país donde la ley se respetara, sus problemas legales ya habrían acabado con sus carreras hace tiempo. Pero aquí seguimos, viendo cómo convierten la administración pública en una telenovela de Televisa, con bodas estratégicas, familias de cartón y eslóganes reciclados.
Reynosa no solo es “imparable”… sino que va en reversa.
